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Saraí comenzó su vida en el mundo pagano de Ur, en la tierra de los caldeos, que estaba ubicada en la zona que hoy se conoce como Iraq. Ella era la media hermana, así como la esposa de Abram. Sarai y Abram tenían el mismo padre, pero eran de distintas madres, según
Génesis 20:12.
“Y a la verdad también es mi hermana, hija de mi padre, mas no hija de mi madre, y la tomé por mujer.”
En aquellos días, la genética era más pura de lo que es hoy, y el matrimonio no era perjudicial para los descendientes de las uniones entre familiares. Además, dado que las personas solían pasar sus vidas agrupados en unidades familiares, el curso natural era elegir compañeros desde dentro de sus propia tribu y familia.
Cuando Abram conoció al Dios todopoderoso por primera vez, le creyó
(Génesis 12:1-4; 15:6),
“Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. Y se fue Abram, como Jehová le dijo; y Lot fue con él. Y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán.
Génesis 15:6
“Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia.”
Su viaje los llevó a una tierra la cual llamaron Harán, en memoria del hermano de Abram. Taré, el padre de Abram, falleció a la edad de 205 años en esta ciudad, y Abram, Sarai, su sobrino Lot y su comitiva, continuaron el viaje, dejando que Dios los condujera y guiara. Sin tener un lugar donde vivir y sin las comodidades modernas, el viaje debió haber sido muy difícil para todos, especialmente para las mujeres.
Durante su viaje, hubo hambre en la tierra, obligando a Abram y Sara a ir a Egipto.
(Génesis 12:10).
“Hubo entonces hambre en la tierra, y descendió Abram a Egipto para morar allá; porque era grande el hambre en la tierra. Y aconteció que cuando estaba para entrar en Egipto, dijo a Sarai su mujer: He aquí, ahora conozco que eres mujer de hermoso aspecto”
Abram tuvo temor que los egipcios lo mataran porque Saraí era hermosa y la querían como esposa. Por esta razón, le pidió a Sarai que les dijera a todos que ella era la hermana. Sarai fue llevada a casa de faraón, y Abram fue tratado muy bien por causa de ella. Sin embargo, Dios afligió la casa de faraón, y se reveló la mentira de ambos. El faraón le devolvió a Abram su esposa.
Sarai y Abram regresaron a la tierra que ahora se conoce como Israel. Ya que habían adquirido muchas posesiones y una gran riqueza en sus viajes, Lot y Abram acordaron dividirse, a fin de que la gran cantidad de ganado tuviera suficiente tierra para el pastoreo (Génesis 13:9).
“¿No está toda la tierra delante de ti? Yo te ruego que te apartes de mí. Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la izquierda.”
Sarai era estéril, y eso era una situación angustiante personal, al igual que de vergüenza. Y eso le preocupaba a Abram de que no tendría ningún heredero. Pero Dios en su infinita misericordia y amor le dio a Abram una visión en la que le prometía un hijo y que sus descendientes serían tan numerosos como las estrellas del cielo
(Génesis 15:1-7).
“Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande. Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer? Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa. Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará este, sino un hijo tuyo será el que te heredará. Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia. Y le dijo: Yo soy Jehová, que te saqué de Ur de los caldeos, para darte a heredar esta tierra.
Unos años después de que Dios había hecho su promesa a Abram, Sarai, siguiendo las normas costumbres, le sugirió a Abram que tuviera un hijo con su sierva Agar. El hijo nacido de esta unión sería contado como hijo de Sarai. Abram estuvo de acuerdo, y Agar concibió un hijo, a quien llamó Ismael. Sin embargo, Agar comenzó a mirar a Sarai con desprecio y como resultado Sarai empezó a tratar duramente a Agar, tanto así que Agar huyó. Dios se encontró con Agar en el desierto y le dijo que volviera donde Abram y Sarai, lo cual ella hizo
(Génesis 16:9-11).
“Y le dijo el ángel de Jehová: Vuélvete a tu señora, y ponte sumisa bajo su mano. Le dijo también el ángel de Jehová: Multiplicaré tanto tu descendencia, que no podrá ser contada a causa de la multitud. Además le dijo el ángel de Jehová: He aquí que has concebido, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Ismael, porque Jehová ha oído tu aflicción.”
Trece años después que Ismael nació, Dios reafirmó Su pacto con Abram, esta vez dándole la señal de la circuncisión, así como el cambio de nombre. Abram, que significa "padre enaltecido", se convirtió en Abraham, que significa "padre de multitudes". Dios también cambió el nombre de Sarai, que significa "mi princesa", a Sara, que significa "madre de naciones". Dios le dijo a Abraham que le daría un hijo a través de Sara. Este hijo, Isaac, sería aquel con quien Dios establecería Su pacto. Dios también bendecirá a Ismael, pero Isaac era el hijo de la promesa y las naciones serían benditas a través de él (Génesis 17).
Isaac significa "el que ríe". Abraham se rió de que a sus 100 años pudiera tener un hijo con Sara, quien tenía 90 años y había sido estéril toda su vida. Sara, también se rió de esa posibilidad
(Génesis 18:9-15)
“Y le dijeron: ¿Dónde está Sara tu mujer? Y él respondió: Aquí en la tienda. Entonces dijo: De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo. Y Sara escuchaba a la puerta de la tienda, que estaba detrás de él. Y Abraham y Sara eran viejos, de edad avanzada; y a Sara le había cesado ya la costumbre de las mujeres. Se rio, pues, Sara entre sí, diciendo: ¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo? Entonces Jehová dijo a Abraham: ¿Por qué se ha reído Sara diciendo: Será cierto que he de dar a luz siendo ya vieja? ¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo. Entonces Sara negó, diciendo: No me reí; porque tuvo miedo. Y él dijo: No es así, sino que te has reído.”
Abraham y Sara viajaron hacia el Neguev y habitaron como forasteros en Gerar.
Abraham pidió de nuevo a Sara que mintiera sobre su identidad, y el rey de Gerar tomó a Sara para que fuera su esposa. Pero Dios protegió a Sara, ya que por medio de ella nacería Isaac. El rey Abimelec no tuvo relaciones con ella. Dios le advirtió a Abimelec en un sueño, y el rey no sólo se sacrificó a Dios en arrepentimiento, sino que dio regalos a Abraham y Sara y les permitió habitar la tierra.
Dios permaneció fiel a Su promesa de darle a Abraham y Sara un hijo. Lo llamaron Isaac, y "dijo Sara: Dios me ha hecho reír, y cualquiera que lo oyere, se reirá conmigo. Y añadió: ¿Quién dijera a Abraham que Sara habría de dar de mamar a hijos? Pues le he dado un hijo en su vejez". A pesar de que anteriormente ella se pudo haber reído, Dios había sido fiel a Su promesa y la bendijo.
Los problemas entre Sara y Agar eran en aumento. Cuando Isaac fue destetado, Abraham hizo un gran banquete. Pero Ismael, el hijo de Agar, se burlaba de Isaac. Sara le dijo a Abraham que echara a Agar e Ismael porque el hijo de la sierva no había de heredar como Isaac su hijo. Abraham estaba angustiado, pero Dios le dijo que hiciera lo que Sara decía porque en Isaac le sería llamada descendencia. Abraham despidió a Agar e Ismael, y Dios proveyó para sus necesidades.
Sara era una mujer sencilla, hermos, y muy humana; ella cometió errores, como todos nosotros. Ella pasó por delante de Dios y trató de manejar Sus asuntos por su propia cuenta, al enviar a su sierva Agar con Abraham para concebir el hijo que Dios había prometido. Al hacerlo, se desató una disputa que ha durado 4.000 años. Sara dio a luz al niño prometido y vivió otros 30 años, muriendo a la edad de 127 años.
Hebreos 11:11 usa a Sara como un ejemplo de fe: "Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido". 1 de Pedro 3:5-6 usa a Sara como un ejemplo de una santa mujer que confiaba en Dios y que se adornaba a sí misma al someterse a su marido. Sara voluntariamente salió de su hogar y se lanzó a lo desconocido para seguir a Abraham, mientras él seguía las instrucciones de un Dios al cual ella no conocía en ese momento. Al final, ella tuvo la fe suficiente para creer que ella y su marido, con 90 y 100 años de edad, producirían el heredero prometido a Isaac.
Que nos deja la historia de Sara, que para Dios no hay nada imposible, solo debemos estar firmes en el Señor y perseverar en ayuno y oración. Para que no llegue el desanimo porque aun no se realiza rápido lo que a prometido Dios para tu vida. No olvides que los tiempos de Dios no son los mismos que los nuestros. Ten Fe todo se hará conforme a la voluntad de Dios que no deja de ser buena, perfecta y agradable.